Por Chiqui Vicioso
En su ensayo “Las imágenes posibles” el poeta cubano José Lezama Lima afirmaba que “el nacido dentro de la poesía siente el peso de su irreal, su otra realidad, continuo”.
En “Jardines de la lengua”, de Pastor De Moya, el peso de la otra realidad posible se siente desde el primer poema, desde el “primer chorro de luz amaestrada”, con sus “bocas verticales y ceñidas hacia el árbol”. Donde “el paisaje avizora lo que le duele al ojo”. En estos poemas, como diría Lezama, “la semejanza de una imagen, como el fuego y la franja de sus colores, y la imagen al verse reconstruirse como imagen, crea una sustancia poética”. Ahí están los árboles (dice Pastor), extremidades largas, pero breves, columnas luminosas escritas de pájaros”. Entonces “la noche se llena de dientes postizos, planicie oval y desmedida hacia la lengua”, y asoma el poema.
Pocos dominicanos han hecho suyas como Pastor las tradiciones poéticas más contestatarias. Con sus largas batas blancas, collares y performances, podría pensarse que Pastor ha sustituido la intensidad de las palabras por el rito, sin embargo su poesía, como la de Antonín Artaud (a quien tanto se parece), es un gran ejercicio de lucidez, aceptando como definición de lucidez, la de Artaud cuando dice: “Lúcido es todo aquel o aquella que puede ver la otra realidad posible”. Y expresarla con “crueldad”, definida a su vez como “rigor y determinación en lo que se vive y cree, aceptando los límites sólo para transgredirlos.
De transgresiones de la otra realidad posible están repletos los poemas de Pastor, como en el poema “El sueño blanco de Lezama Lima” donde dice:
“Y en el otro lado hay un jardín / allá cerca del Nilo o el Camú / ahí tremulan sierpes tuertas después de la llovizna”
Empero de transgresiones que no son ajenas a sus raíces (de ahí la mención del Nilo y del Camú en un mismo verso), y de la bija, cuando dice: “para no ensuciarse de tanto vino de bija derramado”, en un poema donde Dánae ya no teje el tiempo.
Como Rimbaud, Pastor entiende al poeta como vidente, como alguien que busca en la poesía una fuerza tan intensa como la vida, y que asume todos los riesgos posibles, riesgos que en este libro tiene que ver con una alteración de los tiempos y el aparente significado de la palabra, como en el poema “El Pez Cero”.
“Es tan cuadrada el agua en la pecera / el pez salta y se desnada hacia el misterio (observar la invención de nuevo verbo: des-nadar) muda su primera escama / el prisionero lo mira y piensa en su camisa.”
Aunque el poeta dice no ser surrealista, refiriéndose al movimiento artístico de 1920, lidereado por André Bretón, si se entiende por surrealismo lo que afirmaba su fundador: “No es una escuela artística sino una forma de ver el mundo. Propone recuperar imágenes del inconsciente y de los sueños. Para conocer el universo recurre a la libertad de la imaginación y no al rigor de la razón”. Pastor es un poeta surrealista. Sino, ¿Cómo podrían clasificarse estas imágenes poéticas?.
“un toro enorme va creciendo en el fondo de este pozo.
lo veo en el espejo o en el río que es un sueño. y me urge traspasarlo.
a mi lado una mujer duerme. Creo sentir {y siento} que le acaricio el vientre.
ese universo acuso parecido tanto al mar.
un solo cuerno ha de tener ese animal que le hace tan punzante la barriga.”
Aunque en su “Encuentro líquido con lo real”, el poeta declara: “una desmesurada pasión por ser real” lo niega en versos por donde desfilan “ríos cuadrados de lunas, hormigueros virulentos de cuchillos, tumultos desmedidos de la rabia, mocedades triangulares en el tamarindo del parque, donde la noche es una rosa sembrada de olvidos”. Y con su invención de nuevos verbos, con los que declara la guerra entre los límites del texto y una libertad creadora que le permite afirmar que hay un lugar donde vaginan los ratones en el agua y playan los esquemas del placer, lesbianando el azar.
Poesía original, profunda, hermosa, única, palabra en movimiento, quietud multiplicándose, mares dentro de mares... y quizás una llovizna fina reflejándose en los límites de los propios poemas con que el poeta intenta escapar su, nuestra (la lengua que heredamos) cárcel.
¿Delirios del hachís y la cocaína? Ritual “del loco del pueblo”?.
Conjuras no del loco del pueblo, ni de “mis locos anteriores”, de las realidades al poema, sino de la sustancia de los inexistente que mora en los Jardines de la Lengua, esos jardines en los cuales Pastor hace tiempo que pasea su don de creador de un nuevo Génesis.
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Septiembre del 2003
Santo Domingo, R.D., Periódico Listín Diario
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