viernes, 4 de marzo de 2011

El itinerario de un poeta sacudido por la noche

por José Rafael Lantigua

¨…ha llegado la hora de morir o de vencer o acaso de ser libre eternamente y en otras piedras¨.

Hace justamente diez años que el vegano Pastor de Moya publicó ¨El humo de los espejos¨, su primer libro, en la colección Egro de poesía que dirigía José Mármol. Al cabo de ste, quizás, largo tiempo llega el segundo. En ese interregno, el poeta anduvo por otras frondas: las múltiples de la noche, ahítas de instancias desmedidas; las fieras espesuras de las curdas tramperas, y los brebajes desdoblantes, lacerantes y huecos que duplican la angustia y el miedo.

Tras ese cuadro personal, el poeta sacude la conciencia de su devenir y transforma sus pasiones, su ¨hormigueo virulento de cuchillos¨, para producir el poemario de su vitalidad memoriosa, la palabra que vence sobre el tiempo y sus arcanos, el grito que desgarra su osadía de hombre inmerso en el túmulo de sus aconteceres destructores y en la evocante realidad de sus afirmaciones de retorno.

La pasión de los sentidos

La poética, cualquiera que sea, se funda sobre pasiones y desvelos, sobre ritos y ensueños, sobre ideas y regresos que transparentan una visión del vivir, que conducen hacia una expresión del sentimiento liberado o abatido, pero siempre en búsqueda de su ontología definitoria, de su emancipación consciente. La poética de Pastor de Moya se establece en torno a la pasión de los sentidos, al evocante trajinar de la conciencia como sepulcro y resurección de una vida transida por las mutaciones inhabilitadoras de la libertad, y de una afirmación de la voluntad que preconiza a sus anchas una visión auténtica de la realidad del ser y sus circunstancias.

Pastor de Moya, el extrañado poeta que hace diez años nos ofreció una pista de su talento, ha regresado para contarnos su historia con el alfabeto de sus noches, desde la nueva libertad que enarbola en la soledad transfigurante de sus temblores que han sabido beber la muerte entre sus manos.

¨La noche es un oasis de múltitudes informes¨, dirá el poeta, porque la noche es una clave sensual y divangante que exprime la pasión y el desvario.

(¨…la noche es un invento del suicidio y del reloj… la noche es una rosa sembrada de olvidos… lo dijeron los discípulos de Borges la noche es una rosa hecha de misteriosas formas¨).

El poeta anda procurando el olvido, transmite esa sensación de cansancio por los pasos gastados. Lo reclama y anuncia como una nueva sensación de su conciencia renovada:

(¨… ayer llegaron mis últimas luciérnagas para que todo el devenir anteceda a olvidar).

El poema auténtico

El poeta está de frente hacia su luz. Toca sus recuerdos para romper el cordón umbilical que le une a las temeridades urgidas de olvido. Sabe que el burdel ha sido un punto de encuentro, ese burdel que ¨sabe a virgen estuprada/a licor azulado en las vetas de su voz¨, el burdel de las sexualidades transformantes y las seducciones mercadeadas.

Sabe también que el alcohol y la droga son materia de la muerte y que en esa condición la vida es un laberinto de destinos insondables. Por eso, el poeta eterniza el acto de su vitalidad transida para detener ¨la voz y el eco de la voz en que mueren las paredes/ para que mis manos no vuelvan a tocarte¨.

El poeta, borgiano por condición primera, (¨vuelvo al maestro sin razón/porque así solamente permanezco¨), sabe que la muerte es un estadio irrenunciable y que cada instante la reclama en los abismos de una pasión que corre al ser y sus instancias.

Pastor de Moya construye uno de los poemarios más auténticos de nuestro tiempo, un verdadero testamento de libertad y sentido fidedigno de la experiencia personal, transmitida bajo una estructuración poética que llega al lector con toda la fortaleza de sus signos, con una fluencia acogedora y resistente.

(Dos notas:
 
Una: Estoy sobrecogido por este poemario tan singular. Entre todos los poemas, levanto dos como mis preferidos: ¨Posesión de la nostalgia y del deseo¨ y ¨Escalofríos del sueño¨.

Dos: Este libro llama la atención, además de su contenido, por su elaboración artesanal que lo hace, para los bibliófilos, un objeto de colección. En el colofón, el autor-editor explica: ¨Esta primera edición, ilimitada, de ALFABETO DE LA NOCHE, se terminó de imprimir en el patio de la casa del poeta, debajo de un árbol de almendro, en otoño de 1995¨. La acotación recuerda algunos de los ¨plaquettes¨ de Moreno Jimenes).

José Rafael Lantigua

Pastor de Moya , Habitante de la Noche o Apologeta del Misterio

Por Juan Gelabert
     Adentrarse en los espacios de la ciudad que cohabitan los tiempos imaginarios de la noche, es reinventar personajes y situaciones utópicas o más bien cárceles para ángeles o proxenetas o prostitutas o vírgenes violadas que menstrúan miedo.

    Así se van construyendo nuestros imaginarios sobre la poesía de Pastor de Moya.  Porque para él la ciudad se resiste a ser un tumulto de cemento y plazas de silencio, para convertirse en espacio ritual en donde sus pobladores bailan, copulan y expresan íntimamente sus sentimientos y pasiones.

    En la oscuridad surgen prontamente y sin ser evocados animales y cosas personificadas, que van a la luna, diciendo lo que el poeta se ha reinventado o lo que se ha reimaginado de sí mismo.

    Pastor construye todos los versos-personajes para transitar por los espacios infinitos de la memoria.  Su cuarto es un viejo y lánguido espacio en donde los sueños imponen vírgenes para el banquete: las ofrendas al Dios único.  El poeta.

    Pastor verbaliza todas las hojas que entinta cuando escribe.  Esta verbalización le da acciones y movimientos a su poesía, cada poema es un conjunto de mundos que caminan y transforman todo a su paso.  Viajan por la ciudad, para ser cómplices de lo ilusorio y lo ilícito, porque los jueces ya no tienen ojos, ni manos, ni piernas, como mauras duerme su sueño eterno para despertar sentenciando tercamente a aquellos que se bifurcan o que mueren estáticos frente al sueño.

    En este viajar por la ciudad cuando la noche está más intensa, los vendedores de té y café, le cuentan al poeta-poema las historias que se van construyendo en la noche y en cada episodio un poeta surge de lo eterno.

    El sujeto poeta ritualiza todo lo vivido, le teme al juez desprovisto de justicia, al mundo postmoderno, se teme a sí mismo cuando lo acaricia el sol conviviendo en los espacios públicos.  La luz sangra su cuerpo, muerde el entrecejo de su rostro, un cuchillo de sangre dibuja senos de prostituta donde HERMINIA o en su propio cuarto, donde también viven sus personajes.
    El mar es una cisterna de sal o más bien un vaivén de soledades, restos de mortandades para el poeta.  Cada noche, cada hora, minuto o segundo piensa con claridad en donde estarán los ángeles o las lesbianas, que lo acompañaban al portar del misterio; porque las vírgenes menstrúan y ya no de miedo, lo hacen cansada de ser.

    Llueve, al poeta le duele el ojo o la mano cuando escribe.  “Y pensar que los ratones vaginan en el agua”.  Las complejidades del mundo postmoderno “Calcinarán con su belleza la memoria del hombre”, estos versos eternizan y verbalizan el miedo a ser estiércol del destino, a mirar a atrás porque se vuelve sal su cuerpo o lo atrapa sin lumbradura la torpeza cotidiana.  Y ya no habrá ciencia ni belleza presente, solo una triste mirada al mar o la plaza de los padres de la patria.  Estatuas de sal  sangrando duramente el polvo del tiempo.

    El poeta estupra su propia poesía en la metafísica, exterioriza la perversidad, el grado filosófico del destierro; porque él se destierra a sí mismo cuando habla o cuando escribe.  En sus palabras se vuelve estirpe, mundanal del hombre y muere como todos en un burdel como tecato o como alcohólico o como un muchacho loco y sin memoria.

    Estos poemas no abren el pórtico del misterio.  Danzan lo cotidiano.  Nos enseñan a caminar por la búsqueda del hombre en su más fina expresión de lo social, en el espejo azul que nos devuelve el rostro infectado por la guerra o el alma desnuda, congelada en la esfera de la serpiente.

    El poeta cree firmemente en que el mundo que nos habita está hecho de imágenes que a su vez hacen mundos infinitos dentro de su propia finitud.  Porque el hombre muere sentenciado a ser árbol de tronco débil.  Y es ángel y es demonio.  Su presencia traspasa el espejo roto de la noche.

    Al pastorizar la poesía, el poeta surge de lo blanco tras el sonido añicoso de las pisadas en las plazas y el murmullo, rumor de los jardines en los que a cada instante se oye el chillar de las doncellas y el hombre huyendo de la ciudad.  El poeta ve perros que hozan la muerte ante la justicia.  Calla.  Corre apresurado a su habitación oscura o hacia sí mismo.
    Así va Pastor, construyendo una poesía vivenciada en los imaginarios de su propio mundo cotidiano, entre doncellas y tecatos.  Entre jardines de lenguas habitando la ciudad, entre vírgenes menstruando y caballos pisoteando el reflejo de los muertos.  Sus versos son lanzas puntiagudas que nos revelan la vileza humana, la ciudad muriendo apresuradamente.

    Y el hombre, pobre hombre observa callado el ritual poético del sueño.  Muere manso como la terca piedad de los jardines.

    En los jardines de la Lengua, los poemas son cuentos-poemas porque contienen tramas y conflictos.  Los personajes viven en un constante estado de peripecia.  Nada es causal.  Los personajes se mueven mágicamente entre el bien y el mal, entre el imaginario social y lo cotidiano.

    Pastor no es surrealista, ni dadaísta, ni postumista, ni marxista, ni comunista.  No le atrae ningún ista.  Vestido de chulo, no muere de dolor, le sobran fuerzas y tiene entero el corazón.  Con su armadura de cristal líquido, junto a un ejército de hocicos de caballos electrónicos invade la ciudad.  Ahora la ciudad es un jardín.  Sabe a muerta.  Huele a fetos abandonados en los aleros del templo, a hombres y mujeres sin cabeza que huyen de la ciudad.

Juan Gelabert

DESGARRO Y DESARRAIGO EN PASOR DE MOYA

Por Fernando Cabrera

Pastor de Moya desconstruye de minúscula, no puntuación y rebeldía sublimada, el poema. En sus dos libros publicados existe una coincidencia en la estrategia del lenguaje, el cual se afianza sobre características comunes de visión orgánica del texto en dos partes, vocabulario, imágenes e intensidad que hacen sentir ambas obras a pesar de existir una década de diferencia entre sus fechas de publicación, como una sola; siendo ¨Alfabeto de la Noche¨ (Ediciones de Mano, 1995, 47 paginas), con su singular concepto de libro-objeto de arte, la concreción de los planos conceptuales vislumbrados en ¨El humo de los Espejos¨ ( Colección Egro de poesía, 1985, 39 paginas).

La mayor diferencia percibida entre los dos poemarios –la cual no llega a ruptura –es el paso de la anarquía como pose adolecente o actitud de simple reflexión  filosófica, al plano de la vivencia concreta, del testimonio acremente adulto: ¨me asomo a los barrotes  y el patio/es un hormiguero virulento de cuchillos¨, en: ¨carcoma pura carcoma/en la palabra cárcel¨, y también cuando su sensibilidad se detiene sobre: ¨la hembra/con su lotería de gatos y navajas…horriblemente triste en las mañanas¨ (AN, págs.. 10, 21, 16).

En sus poemas, definiendo situaciones y metáforas de sordidez, abundan sagaces: gatos, búhos desdibujados, ángeles irredentos, peces, caracoles lezamianos, putas melodramáticas, borrachos y tecatos. Desfilan Edipo, Narciso y Heráclito de manos con intemporáneos autores de linaje maldito – Mallarme, Baudelaire y, sobre todo, Borges –con sus infamias y mitos prohibidos. También se agitan, cuales estandartes de guerra, sus verbos de choque (blasfemar, orinar, etc.) y sus sombríos sustantivos: resaca, viacrucis, riña, cárcel, suicidio, sexo. Ronda en torno a su provocante presencia tropical de dandy una ¨desmesurada pasión por ser real¨ (AN, pág.7) un pensar que hurga y, por placer, hiere.

Doblamiento. Quizás, sea ésta la razón de que en ocasiones, se muestre necesariamente hermafrodita: ¨el hombre reconoce en el sueño/ su otro sueño de mujer¨, (HE, pág.15) y utilice beligerantemente, como puñal de acoso, su sexualidad: ¨sabor¨ homosexual en los labios del ser¨, y como refugio: ¨y cuando pueblan las palomas tus pezones¨ (AN, pág.20). Al final este desdoblamiento de su libido lo desgarra por mantenerlo siempre ¨en riña con el otro¨, con su otredad, multiplicando entonces por dos su dolor, haciendo girar su humanidad en torno a un axial pesimismo: los lúdicos labios/de la nada¨, desarraigándolo hasta hacerlo exclamar: ¨ me busco y sólo encuentro desamor en el pasar¨, (HE, pág. 19).

Como contraste a tanta existencial negación el poeta inventa un decir de imágenes impresionistas, de colores intensos que van matizando sus estados del alma: ¨nada permanece azul en la mirada¨ (AN, pág. 27), también en: ¨el viento cabalga en sus pezuñas/interpone/ a los hombres su color verde de miedo¨, con Apollinare, en el tiempo solo hay: ¨lo que es amarillo¨, (HE, pág.16). También inventa una personal grafía, una aritmética: ¨en este río cuadrado de las lunas/…/su polígono de tiempo¨ (AN, pág.9), ¨ es cuadrada la memoria¨(HE, pág.27), un alfabeto imposible: ¨cómo justificar una escritura que no existe¨ (AN, pág.9), con el que nos refiere a un estado de conciencia polidimensional, ultrasensitivo: ¨su mirada es oblicua/juguetea cuando menstrúa de negro la tarde¨. Su pluma violenta, transforma, la morfosintaxis, verbalizando sustantivos y sustantivando verbos con amplio desparpajo: ¨qué noche tan mía laberinta el espejo desnudo¨, ¨y pensar que vaginan los ratones en el agua¨(AN, pág.19), igualmente en: ¨que tristeser es el otro que/ que brilla en los cosméticos de la mariposa¨ (HE, pág.18).

En sus versos de Moya encarna recurrentemente el simbolismo de la serpiente: ¨ la serpiente del aliento/ hurga en las neblinas/los glaciares pensamientos de la carne¨(HE, pág.20). Él entiende su  sibilina naturaleza, su sinuosidad y veleidades, porque en su sinceridad se sabe, latiendo con Pessoa, fingidor. (Tal vez por este razonamiento podemos apreciar en el autor tanta fuerza, tanta voluntaria marginación, tanto ser en su poesía). Como la serpiente, su bandera será  la herejía: ¨quién más que yo/ separo de cuajo/ a dios santificado de la palabra nombre¨, ¨el semen con dios hizo la luz que me pertenece¨ (AN, pág.20), pues igual que ella resiste ser actor de reparto: ¨quién más que yo/ podría empalagarse con la forma de la segregación en el barro, igual que la serpiente es terriblemente abjurante: ¨33 ombligos pasan por la maquina del/cristro¨. (HE, pág.23).

Aún cuando se acerca al Apocalipsis es flemático, irónico en su impotencia: ¨siete velas irradian todas las formas/ que tiene la memoria/ lo que brilla en la vergüenza no es rabia de los muertos¨, (HE, pág.21).

Quizás nadie aun con un mínimo de inteligencia podría  ser de otro modo, pues como no profetizar el humo y las tinieblas, ante tanta acrobacia  de arsenales/como gusanos voladores/amenazados por nomenclaturas/aladas/ casi sangre en vez de nitrógeno/ jodido en la entretela/ del desastre¨.(HE, pág.23).

Solo en ¨Bifurcación de la lujuria¨ (HE, pág.25 y siguientes), se respira un hálito de esperanza: ¨estos gatos que hoy son verdes/bañados por nuestras lagrimas/simétricas/caen como prefijaduras bíblicas/anillo de paz/formándose en los charcos de los/fuegos/ como hoy que es rutina/ y tu bailas¨. Este asomo lúdido aparecerá  como justificación de su natural violencia en el poema ¨Elección de Domicilio¨ cuando expresa: ¨negar y afirmar las cosas que uno pierde es quererla doblemente/…negar es afirmar lo que uno elige¨ (AN, pág.8), o bien como claudicación: ¨pienso y no pienso que las cosas que he perdido/ me acercan a la luz¨ (AN, pág.22). Aunque el mundo presente sigue siendo inhóspito, por momentos se respira un aire diferente, el poeta confunde, acaso por propia compasión, lo vivido y lo deseado: ¨todo es real si la fantasía existe¨ (HE, pág.39).

Sin embargo, con de Moya todo positivismo es necesariamente efímero, pues ha optado por un espacio ontológico de negación y aflicción: ¨total legado de cristales/ carga el hombre en la orina¨ (HE, pág.29). La búsqueda del propio sufrimiento, de la marginación incluso más allá de lo literario, pareciera ser su real vocación, pareciera que le es imprescindible el dolor para crear. Con este último volumen ¨Alfabeto de la Noche¨, el libro vislumbrado, después de un  interludio de más de una década, acaso termino de escribirse, o dicho a su modo, de morir: ¨la carne de la vida suicidan mis adentros¨, (HE, pág.27).

Pastor De Moya enfermo de poesía

Por Eugenio García Cuevas

Autor de dos poemarios, El humo de los espejos y Alfabeto de la noche, la poesía de Pastor De Moya sobresale por su iconoclastismo y porque “se establece en torno a la pasión de los sentidos y de una afirmación de la voluntad que preconiza, a sus anchas, una visión auténtica de la realidad del ser y sus circunstancias”, como ha escrito el crítico José Rafael Lantigua. Las publicaciones de Pastor se caracterizan por su peculiar y original diseño del libro-objeto, elaborados por el propio poeta de modo artesanal, en Ediciones a Mano. Sus tirada son ilimitadas pero sólo salen de acuerdo con los acontecimientos y pedidos.
El corto diálogo con Pastor se lleva a cabo casi caminando frente a su original y peculiar caseta-instalación, en el centro mismo de la Feria Internacional del Libro de la República Dominicana, que acaba de concluir hace dos semanas. Se trata de un estante que tiene como antesala un antiguo sillón de barbero y un altar con varias velas prendidas, donde el poeta ha colocado un pequeño retrato de sus santos poetas preferidos: Rimbaud, Baudelaire, Nerval, Villón, Novalis, Rilke, Rubén Darío, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Zacarías Espinal, José Mármol y otros, ya canonizados en su hagiología. También hay flores, y huele a incienso.

Estamos frente a un centro de adoración a los poetas. Un verdadero homenaje, un acontecimiento que atrae a los visitantes. El poeta no siempre está; va y viene. Anda con un traje de cuadritos y un pantalón de color sólido y rara vez no se le ve con un cigarrillo encendido. No usa cadenas, ni anillos; apenas un reloj para mirar las horas y los minutos. Siempre parece que tiene prisa, que lo esperan en otro lugar. Habla con ceremonia, y su retórica es elocuente y bien organizada. A veces parece que recita cuando contesta una pregunta, pero nada de eso. Es su tono y estilo. Estudió para abogado, pero la literatura lo sacó de las aulas universitarias.

Pastor tiene 35 años y escribe desde los 12, pero se inicia públicamente en 1984 con el libro El humo de los espejos, una colección de poemas que publicó conjuntamente con otro de sus santos de generaciones: José Mármol. Ambos poetas son de La Vega, orgullosos y algo excéntricos. “El libro salió de una reunión; nos reuníamos casi siempre Plinio Chaín, José Mármol y yo en el Palacio de la Esquizofrenia”. ¿Y qué es eso? “Bueno, eso era una cafetería donde se reunían todos esos poetas desarraigados como yo. Nos reuníamos ahí a tomar café, cerveza y a fumar”.

“Déjame decirte que yo empecé como cuentista”, escribí un cuento, El padre sin cabeza, que ganó un premio en un concurso regional, pero me despojaron del mismo. Leí mucho a Borges y un poema de Balaguer, un poeta menor. ¡Oye que acontencimiento tan singular! Era un poema erótico. Entonces, a partir de ese poema, me puse a escribir poesía. Ya tenía cierto ejercicio con la escritura. Desde ahí, la poesía es como mi otra enfermedad, es una enfermedad mortal y progresiva. Yo estoy tan enfermo, que creo que estoy agonizando en este momento por culpa de la poesía”.

Además de ese poema de Balaguer, ¿qué otros poetas dejaron huellas en ti? “Bueno, eso era una época fogosa, de formación y uno leía todo lo que le caía en la manos, hasta que me encuentro con los simbolistas franceses, los poetas malditos, Baudelaire, Rimbaud, etc. Luego me llega ese momento de querer hacer dinero en la vida para dedicarme a la literatura y me fue muy mal, estuve preso. Conseguí mucho dinero, pero lo perdí todo y nunca hice nada. Parece que hay una indisolubilidad entre la literatura y la angustia.

En el país se te considera una especie de poeta maldito. ¿Es cierto eso? “No. Lo que pasa es que mi discurso poético, como producto de mi enfermedad alcohólica y de ciertos acontecimientos que me han sucedido en la vida –que ya he superado- se parece mucho al de los poetas malditos. Yo soy irreverente y siempre creo que lo voy a ser, y lo soy por convencimiento. Eso fue lo que me salvó. Y les pido a todos esos santos míos, Rimbaud y los demás, que me iluminen en esa oscuridad, que no me dejen. Eso fue, creo yo, lo que no me hizo oxidar. Ahora mismo, la poesía dominicana está oxidada. Es una poesía donde hay una carrera hacia ninguna parte, unos poetas metidos a eróticos sin ser travestí, queriendo ser travestís si nunca haber sido nada. Hay una carrera por publicar, una carrera que yo no sé hacia dónde los llevará”.

¿Cuál es tu concepción de la poesía? “La poesía es magia menor. Yo lo digo en uno de mis libros que hice en Ediciones a Mano. Es una condena hacia el canto. El poeta es un condenado, un brujo, un oficiante de la palabra. Es un condenado hacia el olvido, a la manera de San Juan De la Cruz. Yo creo que la poesía es lo primero, el poeta es el que está más cerca de Dios, que es otro gran poeta. El poeta es el único animal que puede fundar, que puede nombrar y que puede transformar. Un pueblo sin poetas es un pueblo de difuntos con pulmones”.
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Mayo de 2000, Puerto Rico. Periódico “El Nuevo Día”
La Palabra sin Territorio. Alfaguara

Alfabeto nocturno del humo y los espejos

Por Héctor Amarante

Los grandes pensamientos poéticos, las grandes metáforas, que le habrán deparado los espejos a la poesía sólo podrían ser catalogados y estudiados por seres poseídos por la divina locura, poseído por los dioses y las diosas de la misma poesía, quizás por Caliope o por Euterpe, sin embargo, en el universo de los mitos encerraríanse parte del significado profundo, cósmico, de los espejos. Al escribir la palabra espejo ya veo que hay alguien enfermo de una enfermedad muy especial. Este autor está enfermo de Borges. Y qué podríamos decir del humo. 

Bueno, acaso no es humo el cielo que nos han dicho que es cielo, pero que en verdad es puro mito. Pero acaso ese humo no es el mismo cielo, que es como decir el mismo tiempo que pasa. El tiempo es otro de los temas del síndrome de Borges.
la primera imagen rueda en el cristal
un búho resacado por la noche
denuncia el sacrificio de Narciso frente al río
 
Es extraordinariamente singular el que el primer poema de este libro-artista “la esfera” aluda al mito de Narciso, uno de los más conocidos y difundidos de la mitología griega. En esta narración, y al decir narración debo repetir, narración mítica, se encuentra una verdad simbólica pero cuyo fondo de concreción real es tan patético como filosófico. Resulta que siempre se ha creído que Narciso va a la fuente de agua a ver su rostro y con ello resaltar su vanidad de humano; no, cuando se acerca a la fuente de vida, él cae al fondo del lago, y muere por inmersión, pero muere buscando una cosa: la verdad absoluta del sentido ser, de su origen, de su presencia en este mundo, de su razón de existir, encontró su muerte precisamente por justificarse en su anhelo de conocerse.
 
La búsqueda de la verdad parece un imposible; eso, nos lo dice la sabiduría del mito, pero el hombre que ha inventado la mitología porque siempre está inconforme con la realidad, porque siempre está sediento de llegar más allá de los límites que imponen sus propias limitaciones siempre pretende parecerse a los dioses, y cuando el mito no le da las explicaciones que pido, entonces y sólo entonces acude a algo tan sagrado y tan profundo: la poesía, esa que es la esencia de toda filosofía posible y que hasta va más allá del mito.
Los poemas de El Humo de los Espejos dignifican a la rosa, a la sombra, a la mujer, al amor, a la vida, a las ostras, a los árboles, a la llovizna, al fuego, al silencio. Están estos poemas sostenidos entre la expresividad refinada de un ser sensible y la capacidad mediativa de ese mismo ser.
 
Hay en la estructura de estos poemas, y dentro de ella en la estructura de los versos un ritmo extraño, sobrecogedor, caracterizado por la violenta introducción de unos desacostumbrados usos verbales, y el uso de unos adjetivos, tan sabiamente, pero tan poéticamente elaborados que no queda más que exclamar que en estos poemas están presentes algunas imágenes –no lo vamos a caracterizar-, al estilo de cómo las utilizó Mieses Burgos, o Borges, imágenes desde donde se acude al ensueño, al delirio, pero sin despojo de la realidad.
qué noche tan mía laberinto, el espejo desnudo
En El Humo de los Espejos la circularidad de los temas es una constante, y cuando menos se piensa al lector avisado no le queda más que reciclarse en sus emociones despertadas al ver que la esfera es la circularidad de la locura que no es más que un mito, ya que la locura puede ser nuestro placer de humanos sorprendidos ante la marga naturaleza, en la que:
el hombre que es serpiente
el hombre que es serpiente
revuelca su rostro de queja en los cristales
congelando latidos en los lúdicos labios
de la nada
pero ¿qué es eso de “el hombre qué es serpiente”? Acaso no es la serpiente un símbolo de inmortalidad, ¿acaso no es esto un mito?, el ser humano en algunas cultura, como la egipcia, ha tenido como ser sagrado a la serpiente, esa que lo hace caer, a veces.
En este libro-artista hay un sentido señero de la caída, de la caída del ser como ángel ido del destino de su Hacedor divino. Por eso el ser es sólo pajas como formas y en ese poema titulado así Pajas como Formas, el poeta nos dirá:
quién más que yo podría empalagarse
con la forma de la segregación en el barro
El decir profundo de esta poesía sabia de Pastor De Moya consiste en determinar realidades tan trágicas como elementales, porque eso somos, el barro, eso somos, sólo formas:
2000 agujas no bastan para coserle
la corbata al espantapájaros
relleno de metálica sonrisa
 
El sacerdote de la poesía, entendida esta como un discurso de la comunicación de seres inconforme con la lógica del logos, es sencillamente algo para lo cual el ser humano está destinado, el ser humano no es sino un ente poético porque la naturaleza toda es poesía y la poesía existe en todo, en lo poético como en lo antipoético.
afuera del no ser están las cosas deformando
los objetos volátiles del cuerpo
pareceríamos como si los gatos no tuvieran
culpa de la noche
ni de los borrachos que imitaron
a Edipo en el instante último del mundo
afuera del no ser sólo está un transparente
humo borrando en un silencio
el yo la mierda los sentidos

Parecería que algunas palabras, algunos sustantivos no fueran poéticos y que en sus significados el poeta no estuviera expresando otras cosas diferentes a lo que señala esas palabras en el lenguaje ordinario, en el lenguaje secuencial y coloquial; en este poema titulado Luces, asistimos los lectores a un canto al universo, al cosmos de los conocimientos, esos objetos volátiles del cuerpo, que son capaces de ser borrados por un humo transparente -la muerte-quizás llevándose el yo, la mierda, los sentidos; de aquí es entonces, y sin que haya necesidad de explicar nada, que aquel sustantivo poco poético no sea sino una forma de expresar la rebeldía eterna del ángel que se siente caído. Luces, así titulado; una estructura mítica, es un poema profundo, y que tal vez quiera decir con Goethe, en el instante último de su existencia: luz, luz, más luz, pero tal vez es una oda terrible contra algo que no acepta disculpa ni da concesiones: la muerte. En el mito de Edipo, muere el padre, y queda
celebrado, en parte, el incesto, pero hay un principio universal: la sociedad debe sobrevivir, y la muerte juega su rito de paso.
Pero ese juego, ese rito, en esta poesía alcanza una muerte muy extraordinaria: la del Cristo.
En el poema titulado Axioma en Cruz, el mito de Pan, el mito de Cristo, el mito de Yama, ese Cristo presente en los Vedas “quien cuando se hablaba de Sánscrito más antiguo, y los dioses se comunicaban con los hombres en las relaciones más antiguas, descendió del cielo para hacerse el primer de los mortales”, ese mito repetimos aparece recogido en este poema y Pastor nos lo dice así:
pálido movimiento
33 ombligos pasan por la máquina del Cristo
condena de ahitadas ganas
donde han roído los años con sus clavos
lo que hay en el tiempo
 
Aunque ese tal Yama del libro de los Vedas no fuese un antecedente de Cristo su nombre podría ser relacionado con Apolo, con Zeus, con Prometeo, en fin, con los mitos de la genealogía, previo o continuo a la cual ha coexistido la definición de la condición humana en función del sacrificio sangriento, el hombre era bueno, santo, un dios, pero debió venir un hijo de Dios, o Dios mismos a convertirse en hombre para decirle que él se haya enfrentado a los dioses y entonces debe morir, debemos morir porque nos hemos hundidos en los males. En realidad este es el mito de las Razas, en donde se plasma la condición humana, cuya aspiración primera es ser feliz pero cuya felicidad parece un absurdo. Por eso, quizás, el poeta nos canta:
se está cayendo la locura de Pan
o el envoltorio calcinado
por tobillos
ahora quiero enterrar todo veneno
ponchar el botón
hastío de vida
en evidencia perfecta de la niebla
 
Desenredar la ilusión a los mitos podría ser tan elemental como complicado es el estudio de la mitología, sin embargo, en los poemas de Pastor-a veces- el mito es congénito a la construcción del poema. En un poema bellísimo, de una sapiencia poética excelsa, titulada: Ilusión Óptica, se nos canta a la noche sin aludirla, pero con una grandeza poética digna de que aclamemos a este poeta inevitable. Después de lanzar este verso:
mi mirada es oblicua
juguetea cuando menstrúa de negro
la tarde
Entonces nos dice esto:
al revés está la tierra
y el espacio
y los mares lloviznando en espuma
la tristeza
 
Qué lector aproximado a este poema no presiente el canto a la noche, pero también a los musicales ángeles borrachos de Franklin Mieses Burgos. Estamos ante un libro, El Humo de los Espejos, de
una poesía profunda, no tanto por su decir, sino por su belleza en la que la palabra ha desaparecido, con su fuera de pobres palabras, para tornarse en angélicas expresiones policrómicas de sentidos posibles e imposibles, sólo como de los Rimbaud, Borges, Mallarme, de los Baudelaire, o de los mismos Franklinmieses y por qué no de los mejores líricos nacionales y de Latinoamérica.

El Humo de los Espejos, a veces es la muerte, puede ser vida, el canto, el alma, la luz, el asombro, el amor, pero en definitiva es la matemática y la geometría de una presencia, propia de seres que han abandonado la normalidad vulgar de los hombres y ellos viven su propio mundo, sus propios universos, y desde ellos son entonces seres reales, pero muy especialmente, incomprendidos, a veces.
Me refiero al Poeta, al bardo que ya toma los espejos, o su humo, o el alfabeto que lo comprende a los dos por medio de algo que está inmerso en el misterio de la inteligencia y la sabiduría natural de los seres especiales: la anticipación, el tiempo, la dicha del canto sagrado, en fin, la poesía.

En El Humo de los Espejos asistimos a la recuperación del mito de los acontecimientos, de los asombros, de la condición de lo sagrado en la bifurcación de la lujuria, capaz de promover el fuego bajo la llovizna, capaz burlar al constructor, desconstruyéndolo, bajo el legado total de los cristales donde mueren o languidecen los sombreros profanadores de la lluvia o donde existe el cliché de la visión moderna del lodo de lo humano: asistimos, en El Humo de los Espejos los rituales de los rostros ciegos de hombres que están borrachos de dios; de hombres corriendo entre la sombra y la luz hacia la fuente del sueño, adonde beben la negación de las cosas y escriben su trágico poema horizontal; en El Humo de los Espejos vemos que los espejos sólo consumen el oficio de los espejos mientras pace la espera lánguida del deseo bajo las llamas vizcosas del amor.

En el Humo de los Espejos los hombres saborean el miedo que los gatos de la noche marearon en el sueño, sueño donde se oxida el sinsentido y no asiste la música celestial de una oda blanca a John Lennon en la que él canta a la pluvialidad de los dos; El Humo de los Espejos es un carnaval de prodigios, el poeta lo sabe porque fue quien escribió el Alfabeto nocturno del humo y los espejos para que el lector sepa de esta crónica final que él no escribió pero que fue escrita por los títulos de sus propios poemas.
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New York, E.U.
Junio del 2001. Casa de La Cultura

Jardines de la Lengua

[Punzante sortilegio que descifra los infinitos huecos de la oscuridad]

Un libro abierto es la noche
Marguerite Duras

Por René Rodríguez Soriano
 
El Gato de Lezama

Una ciudad se suicida cada noche para dar paso a otra ciudad, a otras gentes que se bañan gozosos en las fangosas aguas de la luz que a simple vista no se ve, pero se siente. Yo, embriagado con las luces de neón, las tardes en las plazas y el andar de las chicas por los miradores, anduve huérfano en las fauces de la indiferencia. No sabía que, aunque eludida en los sermones y en los editoriales de los diarios y los programas de gran rating, vibraba otra ciudad toda piel, toda fuego, encendida en pasiones y en alcohol. La conocí deslumbrado por el poeta tenaz que la conoce y la tutea, desatándola, blandiendo el verso como nadie. Yo iba o venía de ni sé dónde, me topé con Pastor que enarbolaba un gato por bandera y hablaba de sus gallos –los de él, que como toros corneaban y arrancaban plumas y gritos al contrincante y a la multitud en la gallera.- Mirar que nos miramos, fue enunciar el santo y seña para abrir compuertas y dar rienda suelto a las lúdicas leyes de las cosas y los seres. Los seres y las cosas que, invisibles, deambulan por los filos del atardecer. 

Los que no cuentan porque, rara vez, son tomados en cuenta. La poesía, como el catastro, es parcelada por censores y fiadores de conciencia y cieno… y, mientras más se adentra uno en el amargor de la fruta, más disfruta el dulzor que no se entrega a la primera embestida de unos labios ansiosos.
Con los juguetes de Lezama o de Bataille, la más fiera palidez del día y la sonrisa inútil de un pez cautivo, que se reinventaba en el finísimo cristal de la pecera iluminada, entré al poema de la mano del druida que amansa bífidas las lenguas de las cien serpientes del placer y de la entrega. Entrar de su mano a los salones de la noche, de por sí, es suficiente. Leer la noche en la espesura de los versos de Pastor de Moya es otra cosa. Y, cuando digo otra cosa, es porque me quedo sin adjetivos. Sin navajita para diseccionar la piel de una poesía que, a borbotones, late y se reinventa más allá de los infinitos páramos del Álgebra y de la lengua. Un lenguaje que no tiene lengua ni se ciñe a los cánones de la moral ni las buenas costumbres, sino todo lo contrario.

“En los jardines de la lengua” el poeta asiste y nos da vista a una bacanal llena de claroscuros y música o ruidos. La vellonera, potente domadora del espacio y del tiempo, lanza al viento y a la noche los cientos de improperios que dan sentido y forma a ese otro ángulo de la belleza y de la perdición que rara vez se toca, aunque casi siempre se visita. El burdel, con sus santos y sus dioses, pintarrejos de lentejuelas, colorete y vuelos, sale a lo más claro del día, a lucirse y a consumirse hasta el fondo de la copa entre el humo y el perfume que engendran los más ocultos aromas.

El Gusano de Bataille

La noche, ese insondable mar de pesadumbre, ha perdido su ceremoniosa máscara de oscuridad y medios. Pastor de Moya, más mordaz y zahiriente que Diógenes el Cínico, se ha internado en ella con su potente lámpara de rayos apagados y le ha descifrado todas sus elusiones y misterios.
la noche es una rosa sembrada de olvidos
de soledades y techos para gatos
de calles que divagan (Pag.27)
 
Penetrando en sus más intrincados laberintos, llamándolos por su nombre (como buen discípulo del maestro), en su “Jardines de la lengua”, Pastor coloca espejos, reflectores y pantallas para que se reflejen uno a uno los secretos que por milenios nos han ocultado el miedo y sus secuaces.
piensa y no pienso que las cosas que he perdido
me acercan a la luz (Pág. 36)

No es tan fiera y oscura, como la pintan. La noche tiene un lenguaje sinuoso, salvaje y seductor que durante milenios y milenios durmió entre pliegues y alforjas. Pastor, loco manso del numen, se ha encargado de despertarlo y soltarle las amarras. Mediante su alfabeto, claro, transparente y brillante, el poeta nos sienta a todos -butaca tras butaca- frente a un pizarrón de luces o cinematógrafo bufo que nos presenta, a veces en sepia y otras en tecnicolor, nuestra chata realidad en sus más íntimas prendas.

la ciudad que a esta hora es un acero
destemplado por putas y tecatos
permanece y se suicida
entre lluvias de bombillas olvidadas
en la sombra
(Pág. 24)

Internarse en las turbias aguas del alfabeto de humo con el que Pastor va decodificando los jardines de la noche, nos pone en posesión de los más lúcidos símbolos que connotan el tiempo que a diario nos ocultan con altos vatiajes de luces y sonido:
siempre hay algo que muere cada día
cosas que fundan plomiza la llovizna
cada día siempre hay algo que
muere entre puñales
que nunca deberán ser y que no ha sido (Pág.: 55)

“Jardines de la lengua”, en exquisita y bien cuidada edición, es el conjunto en el que se agrupan los títulos, hasta ahora publicados, de Pastor de Moya (El humo de los espejos y Alfabeto de la noche), es un libro raro, loco y hermoso. Un libro duro, fuerte como aullido. Una especie de alto. Un llamado a lo más puro que nos queda para que nos detengamos a mirar adentro de nosotros mismos y nuestros alrededores:
este burdel sabe a virgen estuprada
a licor azulado en las vetas de su voz
este hombre quiere jugar a ser Simone
orinar ángeles en los arbustos del alba
esta hembra es un terrible macho para el sexo (Pág.: 25)
Este jardín sin flores de Pastor es un río fuera de madre, con una fuerza loca que corre libre y suelto, sorteando bardas y muladares, mentando madres, con una música llena de ángeles lascivos y sexuados que nos invitan a recorrer la noche libre de presagios y culpas, llena de peces, pájaros y fieras mansas. Es la poesía, o la mujer que decía Cervantes, que se vuelve irreal y se niega a entregársenos o se nos esfuma a la menor impericia. La que niega y afirma lo que somos:
negar es afirmar lo que uno elige
huir es la razón para existir
volver es un designio lascivo del amor (Pág.: 23)
la que nombra el amor y lo amado con los verbos más lúcidos del placer:
abre los tentáculos del vientre
muérdeme duro hasta abrirme
recuerda al hombre que es porcelana solamente (Pág.: 61)
la que nos deja mudos y sin aire frente las fuentes del amanecer, la que, viniendo de adentro, de las ardientes vísceras del poeta, con las más punzantes y filosas dagas, nos arma y nos desarma la paz y los deseos, desnudándonos en ciernes. Porque el poeta es dueño de la noche y sus artilugios:
me pertenecen todos los secretos de la noche
el mar de estrellas que se niega en el número
el semen con que dios hizo la luz me pertenece
y cuando pueblan las palomas tus pezones aún me perteneces (Pág.:34)
y la poesía toda, la del azar y los poetas, rediviva y ardiente, bulle en la brasa de estos versos, artesanos del fuego y la pasión con lo que debemos salir afuera para tratar de ser nosotros mismos. Porque:
ha llegado la hora de morir o vencer
o acaso
de ser libre eternamente y en otras piedras (Pág.: 25)
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Mayo

POR LOS JARDINES DE LA LENGUA DE PASTOR DE MOYA

Por Chiqui Vicioso

En su ensayo “Las imágenes posibles” el poeta cubano José Lezama Lima afirmaba que “el nacido dentro de la poesía siente el peso de su irreal, su otra realidad, continuo”.

En “Jardines de la lengua”, de Pastor De Moya, el peso de la otra realidad posible se siente desde el primer poema, desde el “primer chorro de luz amaestrada”, con sus “bocas verticales y ceñidas hacia el árbol”. Donde “el paisaje avizora lo que le duele al ojo”. En estos poemas, como diría Lezama, “la semejanza de una imagen, como el fuego y la franja de sus colores, y la imagen al verse reconstruirse como imagen, crea una sustancia poética”. Ahí están los árboles (dice Pastor), extremidades largas, pero breves, columnas luminosas escritas de pájaros”. Entonces “la noche se llena de dientes postizos, planicie oval y desmedida hacia la lengua”, y asoma el poema.

Pocos dominicanos han hecho suyas como Pastor las tradiciones poéticas más contestatarias. Con sus largas batas blancas, collares y performances, podría pensarse que Pastor ha sustituido la intensidad de las palabras por el rito, sin embargo su poesía, como la de Antonín Artaud (a quien tanto se parece), es un gran ejercicio de lucidez, aceptando como definición de lucidez, la de Artaud cuando dice: “Lúcido es todo aquel o aquella que puede ver la otra realidad posible”. Y expresarla con “crueldad”, definida a su vez como “rigor y determinación en lo que se vive y cree, aceptando los límites sólo para transgredirlos.

De transgresiones de la otra realidad posible están repletos los poemas de Pastor, como en el poema “El sueño blanco de Lezama Lima” donde dice:
“Y en el otro lado hay un jardín / allá cerca del Nilo o el Camú / ahí tremulan sierpes tuertas después de la llovizna”

Empero de transgresiones que no son ajenas a sus raíces (de ahí la mención del Nilo y del Camú en un mismo verso), y de la bija, cuando dice: “para no ensuciarse de tanto vino de bija derramado”, en un poema donde Dánae ya no teje el tiempo.

Como Rimbaud, Pastor entiende al poeta como vidente, como alguien que busca en la poesía una fuerza tan intensa como la vida, y que asume todos los riesgos posibles, riesgos que en este libro tiene que ver con una alteración de los tiempos y el aparente significado de la palabra, como en el poema “El Pez Cero”.
“Es tan cuadrada el agua en la pecera / el pez salta y se desnada hacia el misterio (observar la invención de nuevo verbo: des-nadar) muda su primera escama / el prisionero lo mira y piensa en su camisa.”

Aunque el poeta dice no ser surrealista, refiriéndose al movimiento artístico de 1920, lidereado por André Bretón, si se entiende por surrealismo lo que afirmaba su fundador: “No es una escuela artística sino una forma de ver el mundo. Propone recuperar imágenes del inconsciente y de los sueños. Para conocer el universo recurre a la libertad de la imaginación y no al rigor de la razón”. Pastor es un poeta surrealista. Sino, ¿Cómo podrían clasificarse estas imágenes poéticas?.
“un toro enorme va creciendo en el fondo de este pozo.
lo veo en el espejo o en el río que es un sueño. y me urge traspasarlo.
a mi lado una mujer duerme. Creo sentir {y siento} que le acaricio el vientre.
ese universo acuso parecido tanto al mar.
un solo cuerno ha de tener ese animal que le hace tan punzante la barriga.”

Aunque en su “Encuentro líquido con lo real”, el poeta declara: “una desmesurada pasión por ser real” lo niega en versos por donde desfilan “ríos cuadrados de lunas, hormigueros virulentos de cuchillos, tumultos desmedidos de la rabia, mocedades triangulares en el tamarindo del parque, donde la noche es una rosa sembrada de olvidos”. Y con su invención de nuevos verbos, con los que declara la guerra entre los límites del texto y una libertad creadora que le permite afirmar que hay un lugar donde vaginan los ratones en el agua y playan los esquemas del placer, lesbianando el azar.

Poesía original, profunda, hermosa, única, palabra en movimiento, quietud multiplicándose, mares dentro de mares... y quizás una llovizna fina reflejándose en los límites de los propios poemas con que el poeta intenta escapar su, nuestra (la lengua que heredamos) cárcel.

¿Delirios del hachís y la cocaína? Ritual “del loco del pueblo”?.
Conjuras no del loco del pueblo, ni de “mis locos anteriores”, de las realidades al poema, sino de la sustancia de los inexistente que mora en los Jardines de la Lengua, esos jardines en los cuales Pastor hace tiempo que pasea su don de creador de un nuevo Génesis.
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Septiembre del 2003
Santo Domingo, R.D., Periódico Listín Diario